La migración masiva de migrantes de Medio Oriente y África del Norte a causa de la violencia generalizada de las primaveras árabes se ha convertido en uno de los tópicos más controversiales en una Italia envejecida demográficamente y endeudada tras la crisis de 2008.
ARGENTINA- El arribo de más de 700.000 mil migrantes desde 2014, sean refugiados tras la caída de regímenes autocráticos como en Libia o migrantes económicos en busca de mejores condiciones de vida, ha hecho que la población migrante en Italia llegué al 10%, es decir 6 millones de personas, la cual si bien la mayoría procede de Europa del Este (con una mayoría Rumana) y es principalmente femenina y precarizada, se encuentran invisibilizadas en comparación a los migrantes masculinos, de piel oscura y mayormente musulmanes, procedentes del continente africano.
La sociedad italiana, históricamente es una sociedad caracterizada por la emigración, es decir, emigrar a otros países en busca de mejores oportunidades, debido a la pobreza de Italia a comienzos del siglo XX. Por lo que la sociedad italiana es muy homogénea y a su vez, hubo un proceso de institucionalización del lenguaje italiano (el toscano), en detrimento de los lenguajes regionales. Así como una identificación con Italia como nación. Por lo que culturalmente, el italiano promedio, no está acostumbrado a la convivencia con migrantes.
Por otro lado, Italia se encuentra inmersa en la Unión Europea y de integración regional a nivel político, social, económico y cultural. Este proceso si bien al principio ha sido bien recibida no ha dejado de tener detractores desde los 90´como La Lega Norte o el Movimiento Cinque Stelle en 2007, ambos euroescépticos tanto de izquierda como de derecha.
Bajo este contexto, surgen reacciones maniqueas para encarar la crisis migratoria y la integración social. Por un lado, una cargada de xenofobia y que busca legitimidad de cara a proteger la identidad étnica y cultura italiana. Por el otro lado, encontramos una visión más abierta a la integración social, pero no desde una óptica esencialmente multicultural.
Es así que, en una de las ciudades del norte italianas, Bérgamo, se ha adoptado una solución completamente radical. Un campo de integración o “boot camp".
En su lugar, se pretende que los migrantes se adapten y absorban la cultura, costumbres italianas y el lenguaje. No obstante, esto es bajo métodos poco convencionales, como una disciplina de estilo militar y trabajo comunitario no remunerado. En orden de volver a los migrantes más aceptables a los ojos de la población local.
Este método denota que estos proyectos no están pensados con un enfoque guiado en las necesidades del migrante, sino a las necesidades de la ciudadanía, se busca “justificar” el gasto social por migrante de 35 euros al día, 1080 euros por mes, frente a la asistencia social de 380 euros.
Si bien hay centros mucho menos estrictos, en el centro dirigido por el director Christophe Sánchez, se debe usar uniformes, un control de la limpieza de las camas y habitaciones, clases obligatorias y trabajo voluntario, cargados de un control y disciplinamiento de los cuerpos que en otros contextos sociales no sería aceptado. Frente a esto, el periodista formula una pregunta obvia ¿No es extraño ver migrantes africanos haciendo trabajo comunitario obligatorio frente a jefes blancos? Pregunta que no parece haber sido formulada en ningún momento a la hora de planificar el proyecto.
No obstante, el director Sánchez es sorprendentemente un seguidor del Partido Demócrata, a un partido de centro izquierda, pues busca la asimilación de los migrantes reforzando los pilares
si esta persona, habla italiano, tiene trabajo a tiempo indeterminado y a su vez independiente económicamente, no hay razones lógicas para expulsarlo.Quizás una explicación a esta aproximación tan controversial es que, La Lega es dominante en el norte, con encuentros de militantes multitudinarios convocados por un sentimiento populista nacido de una identidad erosionada. Matteo Salvini hace uso de narrativas en contra de los migrantes como un enemigo externo, ha sido acusado de racismo debido a su persecución a los migrantes, demonizandolos en público. Incluso La Lega tiene apoyo de inmigrantes con décadas de permanencia en el país, como Toni Iwobi originario de Nigeria y quien se ha vuelto senador en representación del partido.
Sin embargo, para los migrantes que viven en el campo de entrenamiento es profundamente estresante. “Todos tienen miedo aquí”, “no tenemos libertad aquí”, menciona Abdou Sambou, quien debe conseguir un trabajo remunerado para que su permanencia no expire en menos de tres meses. Una minoría, por el contrario, lo ve como una oportunidad de conseguir un trabajo estable y un permiso de residencia.
Esto en parte, es visto como una buena medida debido a la pésima imagen que tiene la ciudadanía hacia los migrantes, “drogas, robo, prostitución” son los problemas asociados a la cuestión migrante. Otro partidario de la Le Lega afirma que “una mayoría busca que sean más controlados”.
Si bien hay episodios de islamofobia en contraposición de la fe cristiana. También se encuentra la narrativa del migrante y del hijo del inmigrante musulmán como un terrorista, tras los atentados de Charlie Hebdo y el Bataclán. Aun así, el control y la imposición de la disciplina responde a lógicas dirigidas a aumentar la seguridad frente al otro. A quien no se busca comprender en sus contextos sino como un intruso en la sociedad.
Es así como Italia de alguna forma rechaza el proceso de multiculturalismo que trae la inmigración, pues no se integra a la cultura local los diferentes aportes de estos migrantes. Y a su vez se busca disciplinar a los migrantes, también se busca que estos no desarrollen una hibridación entre local y su cultural autóctona que ponga en duda la identidad italiana.
Como si todos los conceptos negativos, el robo, el narcotráfico y el asesinato fuera obra de la cultura del migrante o refugiado obviándose que Italia es uno de los países con mayores organizaciones criminales y mafias. Si bien los aportes de estos campos de entrenamiento y formación son un avance en contraposición de las políticas propuestas por La Lega de criminalización y expulsión, no buscan reconocer la presencia de décadas de inmigrantes en Italia.
A su vez, este rechazo es propio de una sociedad envejecida que no sabe cómo lidiar a fuertes problemáticas sociales y desigualdades regionales, enmarcado entre el Norte rico e industrial y el Sur atrasado. En contraposición al migrante joven y cada vez más numerosos, dispuestos a tomar puestos de trabajo de remuneraciones mínimas (a pesar de que los jóvenes italianos no buscan estos puestos de trabajo).
En conclusión, la Unión Europea tiende un puente al multiculturalismo a cada estado dentro de la comunidad. Lidiar con la crisis de refugiados requiere un trabajo conjunto. Por ello no se puede pedir a un único estado que lidie con todos los refugiados o migrantes económicos que llegan a las costas.
Sin embargo, el estado receptor es responsable de la vida y dignidad de los migrantes o refugiados que deseen instalarse. Se debe buscar un impacto comunitario y de concientización sobre la figura del migrante, abrazando el multiculturalismo y una educación multicultural que valorice en vez de criminalizar las costumbres y orígenes del migrante en Italia. De otra forma la conflictividad social y la criminalización del migrante deja un escenario listo para líderes populistas capaces de erosionar las instituciones democráticas y securitizar a los migrantes, al punto tal de volverlos amenazas existenciales ante el estado italiano, siendo que esto no es así y está enmarcado en una narrativa funcional en sus efectos al político populista. Aprovechándose de los temores e incertidumbre de las ciudadanías en tiempos de crisis.
Por Leonardo Cabral
Leonardo Cabral, de 23 años, es estudiante de un Plan Conjunto de Gobierno y Relaciones Internacionales, Política y Administración Pública en la Universidad Argentina de la Empresa. Es miembro de la Comité de Medio Oriente del Consejo Argentino de Relaciones Internacionales. Sus ámbitos de interés abarcan sistemas políticos, instituciones accountability y rendición de cuentas, procesos de globalización, populismo, etnonacionalismos, procesos de securitización, y conflictos internacionales.
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